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Capítulo Uno; Escena Nueve

Las bisagras de las puertas del ayuntamiento sonaron a gloria cuando se abrieron para Kobe. Dentro se estaba fresco. Era un lugar espacioso, muy luminoso gracias al lucenario que abría la visión hacia arriba, en el techo, y dejaba ver un cielo muy azul. En frente de la puerta de entrada, Kobe podía encontrar un mostrador largo, con unas cristaleras y un par de ventanas abiertas, y tras una de ellas, una mujer con el pelo moreno, de unos cuarenta años, con unas gafas colgadas al cuello, mirando papeles, y de vez en cuando algun ojo a la puerta, para ver quien era la persona que en breve la "molestaría".

Duccio y Sarah, tras la llamada, deciden volver al hostal, pero nada más llegar, Duccio se desmaya por el calor y Sarah, sin ayuda del "simpático" hostalero lo sube a su cuarto, le abre la camisa, y lo refresca, lo cuida mientras él descansa y recupera fuerzas.

El hostalero responde a Sarah de mala gana, que cree que el ayuntamiento es el único sitio donde puede encontrar un ordenador de esos "que la gente nueva usa" (como él los llama). Sarah tiene unos segundos de desánimo, pero decide buscar el ayuntamiento a toda costa, pero debe darse prisa si quiere hacerlo hoy, pues son las doce y cincuenta, y el ayuntamiento cierra a las tres de la tarde.

Cuando Duccio se recuperó un poco, bajó y decidieron salir, pero tenian el mismo problema, no sabían llegar al ayuntamiento. Duccio se adelantó mientras Sarah ordenaba un poco el bolso y al levantar la mirada vió que Duccio llevaba un trozo de papel pegado al zapato.

Lyman Zerga, salió del hostal un poco antes que la "pareja" pero estos no tardaron en adelantarlo y el viejo Lyman vió como Duccio se quitaba el papel del zapato.

Mike Morgan llegó a la tienda donde compraría todo lo necesario pero, se dió cuenta que no le quedaba dinero. ¡Claro, es lo que tiene no trabajar en unos meses! (pensó). Dejó todo lo que hasta ahora llevaba en el mostrador y salió de la tienda despues de esperar unas respuestas que Doña Carmen, como llamaban a la tendera, no supo contestar.

Kobe subió las escaleras que quedaban a mano derecha de la recepción, para llegar a una puerta doble, entreabierta, donde un joven con una cola, regentaba aquella sala llena de ordenadores. Un cartel apoyado en una de las paredes dejaba leer "IRT Informática". Kobe decidió hechar un vistazo mientras pensaba como abordar a la mujer que atendía en la ventanilla...
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Capítulo Uno; Escena Ocho

Mientras Duccio y Sarah caminaban hacia el lugar de los hechos, Kobe, que iba más adelantado giró por uno de los callejones adentrandose más en el pueblo en lugar de salirse hacia el bosque. Sus intenciones eran claras, encontrar el ayuntamiento...

Erinia y Aiko, ahora "amigas" o al menos algo más conocidas, siguen de lejos a la "parejita" como ellas llaman a Sarah y Duccio.

El calor ahora se acentua y debilita mucho los cuerpos y juega malas pasadas en la mente. Lyman, el viejo cascarrabias, no para de pedir limosna al hostalero que no puede ofrecer más que una habitación y un humilde desayuno a cambio de algunas monedas, que por supuesto no pesan en los bolsillos de su andrajosa vestimenta, de hecho, ni siquiera tiene bolsillos...

Suena el movil de Sarah, y ella piensa "ya me llaman de nuevo, al final acabaré tirando el movil". Duccio se aleja para no oir la conversación y Sarah mira la pantalla... número privado... mmmm.... lo descuelga... -¿si? (responde Sarah).

Al otro lado del teléfono una modificada voz advierte a Sarah que no van en la dirección correcta, que no es el momento de volver al lugar de los hechos, porque podrían relacionarla con lo acontecido el día anterior (cosa que ella no había pensado). Ella hace señas a Duccio para que se acerque y pone el celular de forma que puedan oirlo los dos.
Esa voz no pueden reconocerla ninguno de los dos y pide que no haga preguntas (es obvio que no sabe que anda con Duccio, ya que habla en singular) y le aconseja que debería eliminar su perfil de Facebook, así como el de otras redes sociales, ya que en ese tipo de sitios se da mucha información gratuita. Seguidamente colgó el telefono dejando a ambos boquiabiertos y con muchas dudas de si seguir o buscar un ordenador desde el cual eliminar dichos perfiles públicos, haciendo caso a la llamada...
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Capítulo Uno; Escena Siete

Sarah sacó el mapa que había cogido de no recordaba donde, pero lo hizo con prisa en aquella ocasión y como resultado cogió uno muy antiguo que apenas se veía bien. Seguian en las mismas... ¿pero como no lo miré antes?

El dueño del hostal les recomendó que fuesen al ayuntamiento, que allí seguro que tendrían un callejero para dejarles, o a cualquier punto de información, pero no supo decirles nada sobre la Familia Rodriguez, ya que no eran pocos, los Rodriguez que por alli vivían. Sin ir más lejos, el mismo Sargento se apellidaba así...

Se ponen en marcha hacia algun lugar desconocido para ellos, buscando cualquier punto de información o a alguien que estuviese por allí para que les indicara al menos hacia donde dirigirse. Se cruzan por fín con aquel anciano que se acercaba muy despacio...

Salvatore que duda si debe unirse a Duccio y Sarah se queda un poco más rezagado aunque su intención es seguirles por si se dan cuenta y lo incluyen en el grupo, a fin de cuentas, dede ahora, todos parecen buscar lo mismo.

Kobe, que salió de hostal con las ideas muy claras (encontrar un mapa) miró hacia atrás y vio como se acercaba esa extraña pareja, y decidió esperarlos, no por compañerismo, sino por precaución...

Aiko e Erinia seguían en el hostal sin dar muchas señales de vida, pero pronto tendrán que salir a comer, pensó el hostalero. Cada año vienen al pueblo gente más loca...
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Capítulo Uno; Escena Seis

De ningún modo Salvatore iba a dejar que los demás curiosearan el objeto que había encontrado, pero algo le pinchaba en un costado... Lo sacó y vió que era una de las esquinas del objeto metálico que con el golpe se había despegado (ver página Inventario). No tuvo más remedio que mostrarlo...

Salieron a la calle para dejar libre la entrada del hostal y, de paso, tomar un poco el sol. A lo lejos se ve caminando a un viejo, con un bastón, y con pintas de llevar meses sin darse un buen baño. Camina despacio y murmulla improperios dirigidos a él mismo, como reprochandose la mala vida que lleva por tentar a la suerte o por capricho del destino.

Las palabras de Salvatore, haciendo sus suposiciones hacen mella en la mente de Kobe... secuestro... huida... (lo piensa mientras da una larga calada al cigarro).

El hostalero sale a la calle, escupe al suelo mientras barre la misma puerta y dice -con un mapa sería más facil andar por aquí. Todos lo miran co cara de " y a ti quien te ha dado vela en este entierro" y él que se da cuenta de cuando está de más pregunta; ¿Regresan para almorzar?

En esos momentos el Sargento Rodriguez pasa en su coche bastante rapido, tanto que ni los ve. Duccio se queda mirando...
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Capítulo Uno; Escena Cinco

Salvatore Masiello, muy descansado a estas horas de la mañana, baja las escaleras del hostal y divisa la escena; un desconocido acariciando una dulce melodía que mana de la guitarra que sujeta con firmeza, pero a la vez con suavidad, y a través de la puerta que da a la calle, que está de par en par, ve como un chico y una chica hablan aunque es imposible oir que dicen...

La mañana en Bermeo ha abierto con un cálido sol, y todas las emisoras de radio y televisión, en su sección de las previsiones del tiempo, lo anuncian de buen agrado, para intentar devolver la alegría al pueblo, que desde hace un día los ha sumido en un ambiente de consternación y desamparo, de incertidumbre y miedo...

Las noticias no se saltan tampoco el hecho ocurrido pero apenas dan datos concretos ya que no saben con certeza lo que ocurrió y no quieren contribuir con más alarmismo;

El coche encontrado a las afueras de la localidad no parece tener signos de violencia. Las autoridades competentes están haciendo todo lo que está en su mano para agilizar todos los procedimientos adecuados, en vias de hallar algo que sirva para tirar del hilo y tener algo por donde empezar las investigaciones...

El Sargento Rodriguez no ha querido hacer declaraciones hasta que no se esclarezca un poco más el caso del coche abandonado...

La denuncia de una niña desaparecida posiblemente abra las vías de investigación hacia una nueva posibilidad...

Mientras se oyen estas y otras noticias de fondo, Salvatore se dispone a salir del hostal pero con la mala suerte de que el viejo portero que estaba ordenando un poco la recepción, no lo ve y tropiezan. La placa que llevaba Salvatore bajo su gabardina cae al suelo ocasionando tal estrépito que es inevitable que todos miren, la guitarra de Kobe deje de sonar y que, tanto Erinia como Aiko, salgan de sus habitaciones y corran a la entrada a ver lo que ha pasado...

Salvatore enrojece pero no se inclina a recoger la placa del suelo, presa de la vergüenza mientras todos los presentes se acercan, escudriñando el objeto minuciosamente...

Esperamos tener noticias en breve que aporten algo de luz al caso del coche abandonado, muchas gracias. Buenos días.
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Capitulo Uno; Escena Cuatro

Las horas de sueño transcurren rápidas mientras más cansado se está...
En el hostal, en la habitacíon compartida de Sarah y Duccio, solo se escuchaban las dulces respiraciones de ella y los leves ronquidos de él, que parecía dormir en una mala postura en aquella silla, y reprimir los deseos (por ser un caballero) que sintió en algun momento por aquella chica a la que apenas conoció unas horas antes...

La puerta del hostal vuelve a sonar y Markel, que así se llamaba el portero, abrió mascullando algunos improperios referidos a la falta de sueño y las ganas de molestar. Aiko a punto de entrar tras las pertinentes palabras con Markel, mira hacia atrás y ve algo esconderse detras de una esquina, no hace caso (aunque está un poco nerviosa) y espera junto a la recepción a que el portero le de la llave de su habitación. En ese momento chirría la puerta y entra una chica menuda, con la ropa oscura, que mira con vergüenza a Aiko...

Salvatore Masiello, cansado de no encontrar el momento oportuno de pillar más pistas sobre lo ocurrido en el bosque pone rumbo al pueblo, deambulando por las calles, desiertas y heladas, con algo más de claridad, y esta luz, al acercarse a la puerta del hostal supone un reflejo que llama su atención, se acerca y descubre esto...


Lo oculta en su gabardina y entra al hostal (que ya está abierto al público) pide una habitación y se mete en ella aunque cuestionando si debe dormir o no, pensando si el objeto este será algo que merezca la pena, si tendrá valor para sacar algo con su venta o si debe inspeccionarlo y averiguar más sobre él...
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Capitulo Uno; Escena Tres

Tras dar mil vueltas por la zona de los hechos (que aun no se conocen bien), el lugar se queda vacío, solamente vigilado por un agente de la autoridad, que cabecea de vez en cuando, vencido por el sueño y el trajín de todo el día...

Después de mucho preguntar, de algunas borderías y sin reparar en formalismos en cuanto a presentaciones se refiere, Duccio Arezzo y, la ya mencionada Sarah Xander, llegan a la puerta de un viejo hostal, con las puertas envejecidas por el paso del tiempo. La puerta, al ser tan tarde, está cerrada, pero tras unos minutos de espera y unos golpes previos, se persona ante ellos un hombre con bigote, con los ojos muy abiertos, con pinta de tener malas pulgas (aunque puede ser por haber sido despertado) y la voz un poco ronca, que nada más verles les dice de muy mala gana;
-A buenas horas llegan clientes- mientras os hace un gesto para que lo sigáis - supongo que una habitación con cama de matrimonio ¿no?

A pocos metros de allí, en una de las calles cercanas, una chica de pelo oscuro recorre las calles de Bermeo, parece estar sola, aunque Aiko, que así se llama esta chica, nota la presencia de alguien a su espalda pero no puede descubrir quién o qué anda detrás de ella...

En una cabaña en dirección contraria al pueblo, Mike duerme plácidamente con el último pensamiento aun rondando por sus sueños, de bajar al pueblo y coger algunas provisiones. Faltan horas para que amanezca, pero solo unas horas para descansar se notaran en los cuerpos cansandos, y no menos en las mentes, de los habitantes de Bermeo...
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